martes, 26 de agosto de 2008

Tiempo y memoria

Hurgando en mi soledad
he vuelto a encontrar
aquellas manos suaves
acunando mis sueños.

También en mi silencio,
sin prisa, sin apremios,
he oído tu voz tenue
susurrando miles de versos.

Mi memoria te alberga
intacto, inalterable,
pero el tiempo obstinado
lucha sin pausa para olvidarte.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Una Pequeña Pausa

Debo pedirles disculpas por esta demora. Es más prolongada de lo habitual y de lo que quisiera, pero demora al fin.
Hace ya casi un año que imagino historias encontrando en ustedes esa respuesta que tanto busca aquel que escribe.
He logrado tener nuevos amigos que de alguna manera se preocupan por mí y también he tenido mis discusiones.
Pero lo que no había tendido, eran demoras. Quizás porque no había surgido nada que desviara mi atención. Hoy surgió y me obliga a alejarme en cierta forma de este lugar. Supongo que será transitorio. Hasta que vuelva a acomodar mis tiempos.
Lo cierto es que el tren de las oportunidades no siempre pasa por mi estación y esta vez, no solo pasó, sino que se quedó.

Escribir, a veces bien, a veces mal, es una terapia para mí. No encuentro mejor manera de expresar lo que veo o siento, si no es escribiendo. Pero existe otra forma que nada tiene que ver con las letras y que por diferentes razones se me había quedado guardada en el cajón de las cosas inconclusas.
Así que, aprovechando este tren de oportunidades, me he subido a él y volveré a hacer lo que tantas alegrías me dio. ¿Qué es? Volver a la pista de atletismo.
Ya no seré la menor o juvenil que cada fin de semana buscaba alcanzar una marca. Ya no seré la misma adolescente rebelde. Ahora competiré en adultos. Ahora voy a defender desde el ruedo, esa marca que nadie ha podido superar.

Así que, ustedes, los que se han acercado una y otra vez a este espacio, los verdaderos soles que han calentado mi alma y que se han animado a imaginar con mis letras, están invitados ahora a verme soñar en una pista de tartán sintético.

Esto no significa una despedida, de ninguna manera. Las letras siempre “me pueden”, pero mi frecuencia en estos lugares ya no será la misma.

Dejo la puerta abierta para que ustedes vuelvan una y otra vez.; para que me dejen sus palabras, para que sigan leyéndome. Yo pasaré por cada uno de sus espacios y dejaré una señal para que me reconozcan.

No quiero olvidarme de recordarles lo mucho que los quiero y lo feliz que me hacen.

GRACIAS A TODOS!!

sábado, 2 de agosto de 2008

Breve instante

Sus ojos comenzaron a brillar y su formato cambió repentinamente cuando escuchó su voz en el auricular del teléfono. Miles de mariposas le recorrieron el estómago y sentía la sangre pasar por sus venas brindándole un calor sutil. Su boca se secó y la necesidad de remojarla se instaló. Todo su cuerpo experimentó emociones diversas que llegaron a sembrarle la duda propia de la improvisación. Estática, con las manos temblorosas y húmedas, escuchaba con atención cada sonido que se desprendía del aparato. La propuesta, aunque era alocada, no dejaba de ser apetecible y mientras buscaba con insistencia la respuesta adecuada decidió que no la dejaría escapar. Con voz aplomada y suave, aceptó ser cómplice de aquel encuentro y comenzó a entretejer la estrategia que renovaría su alma.

Después de colgar el auricular transitó por una nube de ideas buscando la mejor, la más ajustada, la más original. Comprobó que sus manos continuaban temblando y sonrió. Sabía que el duende del encuentro estaba presente y pronto danzaría con la espera. Juntos le darían color y sabor al momento sublime que comenzaba a asomar.
Imaginó tantas cosas que pronto voló de aquel lugar y recorrió los rincones más alejados de la rutina, esos que rara vez se muestran, los que se guardan en la memoria del corazón y pintan las paredes del alma. Retornó a las viejas impresiones. Sintió la lluvia serena en un día de abril, el aroma de las rosas, la brisa cálida y el sabor a sal que el mar se empeña en dejar. Bailó con todas sus nostalgias y alegrías. Sintió renacer el amor olvidado. Se sintió viva.

El tiempo, constante y eterno, apuró sus agujas. Ya no había marcha atrás. Él la esperaba al otro lado de la puerta dispuesto a explorarla y ella tuvo la certeza que dejaría todo, hasta sus propias convicciones, por una pequeña gota de su amor. Tal era su convencimiento que tuvo la insólita sensación de dejar sus sueños en cofres extraños para que no vieran jamás la luz de la realización. Necesitaba postergar su cordura toda, por tener el brillo de sus ojos iluminándola. Encarcelaría su espíritu por probar sus caricias apetecibles.
Entregó todo lo que tenía y también más. Descubrió la belleza del momento. Un momento único e irrepetible. Un momento exquisitamente eterno en su piel y en su retina. Devoró sus miedos y amó con ímpetu, como la primera vez. Sintió su pulso acelerado, sus jadeos suaves, sus movimientos firmes y acompasados. Lo sintió tan profundo que pronto se confundió en él y se dejó arrastrar por la demencia que aún hoy le produce el éxtasis de unos labios húmedos rozándole su desnudez.
La delicadeza de aquel breve instante disfrazado de sueño realizado, perduraría en su memoria cambiándole el rumbo, el sentido a su andar imperturbable. Ya no fantasearía con imposibles, ya no clamaría sosiego para su alma. Ya solo le bastaría recordar cada detalle, cada sutileza, para volver a sentir su aliento fresco.
Pero tantos recuerdos solo agudizaron la agonía y pronto se quedó sin sueños, sin calma y con el espíritu cautivo recordando viejas emociones, antiguas sensaciones y nada nuevo. Apenas respiraba su aroma, casi no miraba al cielo. Quizás no entendió que el encuentro fue extraordinario pero solo fue eterno en su memoria y en su piel. Se reconfortaba al cerrar sus ojos para reproducirlo estrechándola dulcemente, pero nuevamente, se quedaba con la soledad del abandono instalada entre sus huesos y una tenue sonrisa dibujada en su boca.
Fue feliz mientras sintió a su corazón estremecerse de amor.