sábado, 13 de septiembre de 2008

Camino


Camino en silencio
intentando no despertar
a mi corazón enamorado.
Porque si despierta
no podría soportar
tu ausencia.

Camino suavemente
para que mi alma
no se reconozca herida.
Porque esta ausencia
agrietó su esencia.

Camino sin mirar
para que mis ojos
no te encuentren.
Porque si te encuentran
mi corazón olvidado
se volvería a enamorar.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

La llama encendida

Algunas veces ha sentido que su corazón late demasiado fuerte y su pecho no logra contenerlo. Otras cree que está muriendo porque apenas pulsa. Es extraño y simple al mismo tiempo, como todo en esta vida. Sin embargo hoy ha sido diferente. Su corazón galopó de otra forma, fuerte y pausado al mismo tiempo. Contento y triste. Tiene la maldita manía de llamar a cada cosa por su nombre, y eso no le deja descansar, ni distraerse, ni respirar.
Necesita saber que fue lo que llenó su corazón de sensaciones únicas y también todo su cuerpo. Sería muy fácil decir que es amor, porque de hecho, no lo es. Es otra cosa. Algo que no la deja liberarse completamente y que la obliga a llamarlo por su nombre. Necesita encontrarlo.
Hacía mucho tiempo, quizás una vida entera, que su cuerpo no se erizaba de esa manera. Sintió sus ojos tiernos recorriéndola, su boca cálida saboreándola y en realidad solo estaba parada justo frente a él. No dijo nada. No hizo nada, pero creyó sentirlo susurrar en su oído, palabras muy dulces.
Su cara se sonrojó y un calor extraño fue trasladándose desde el cuello hasta sus mejillas. Un calor que pronto comprendió, no solo estaba en su cara.
Él continuaba inmóvil, mirándola, aguardando detrás del escritorio y ella, con todos los papeles apretados contra su pecho, era incapaz de despojarse de tantas sensaciones. Sin embargo, por un breve instante, logró comprender, muy a su pesar, que no era la primera vez que se encontraba frente a él, esperando su turno, aguardando su saludo cordial y ameno, pero se estremeció al comprobar que si era la primera vez que se sonrojaba ante su sonrisa. Y es que él siempre le agradó.
Se quedó estática, esperando su voz, y cuando habló, un “quiero verte” salió de su boca y el susurro perforó sus oídos. Su deseo también era el de ella. Él solo pudo robar su número de teléfono y mientras ella espera su llamado, comienza a perder esa mirada que tanto le gusta, esa voz tierna que musita en su oído, esa sonrisa plena. Porque ya nada será igual.
Ya no tiene que buscarle un nombre a este estado tan particular, tan efervescente porque es demasiado evidente. A pesar de todo, de sus deseos, su conciencia, a pesar de sus pesares, quiere seguir esperando que su teléfono suene para contestar y sentir esa voz cálida nombrándola. No sabe que pasará después, lo cierto es que esta espera es la que alimenta la llama que lleva adentro y que rápidamente comienza a quemar.