Hacía tiempo que no mojaba mis pies en el mar. Inmenso, azul, mustio. Estaba frío como siempre y también como nunca. Las olas, de espuma blanca, rompían en la orilla dejando su marca en la arena amarilla. Vienen y se van y vuelven y se marchan. Su constante movimiento obliga a avanzar, a no detenerse, a caminar. Yo camino en silencio, distraída. Nada me estanca. Camino y siento la sal en el aire. Mis labios están salados, mis mejillas, mi cabello húmedo.
El cielo ya no es azul, ni celeste, ni lindo. Es gris y tormentoso, y amenazante. Hacía mucho tiempo que no lo veía así, tan conmovedoramente triste. Seguro pronto comenzará a llover y entonces ya no podré caminar, por lo menos no sin mojarme. Pero ya no me importa.
Las gaviotas vuelan danzando con las olas. Revolotean cerca de mi cabeza en busca de comida. Son preciosas. Son gaviotas. Se confunden con el gris del cielo y el agua ya no está tan azul, ni tan verde. Gris. Un día gris, en un mar gris, con gaviotas grises que revolotean sobre una mujer gris. Pero no importa. Camino sin detenerme y en silencio. Sola y en silencio. No tengo nada que decir, nada en que pensar, nadie en quien reparar. Sola y gris y vacía, y también triste.
Sin saber por qué, giro sobre mis pies y veo mis huellas en la arena, una detrás de otras, cerca y también lejos. Huellas que forman un camino que se corta por el paso del mar y aparecen luego, hondas, profundas, definidas. Huellas que forman un camino andado y dejado atrás. Un camino al fin. Continúo, pero ya no distraída. Pienso y advierto que mi corazón late y siente. Concluyo que no solo camino y pienso y siento, sino que también vivo. Y rápidamente me siento una excéntrica o simplemente una loca.
Voy caminando por la playa de agua gris y arena tostada, que ya no se dora bajo el cielo tormentoso, y pronto comenzará a llover. Me mojaré y sentiré como golpean las gotas sobre mi cara. Sentiré la lluvia fría registrando cada gota en la tostada arena y en el mar. Un mar inmenso que cobija a muchos y mata a otros. Un mar dulce y salado, romántico y angustiante, triste y divertido. Un mar para todos y para ninguno. Un mar. Y yo aquí, caminando, sola como el mar y triste como el cielo y revoloteando mis ideas como las gaviotas. Aquí, justo aquí, pensando y sintiendo tantas cosas que parece que no lo hiciera. Lejos están de formar una armonía de pensamientos y sentidos. Ruidos y golpes y estallidos. Nada más que eso escucha mi alma estremecida. Nada más. Pero los recuerdos luchan y afloran y entonces, cada recuerdo me obliga a elegir entre el olvido y la memoria, pero ya no encuentro la línea que los divide y los confundo, y entonces no se cual es cual. Tengo ganas de llorar y compruebo que en realidad hace tiempo que vengo llorando en silencio, sin mostrar mis lágrimas.
Hacía mucho tiempo que no mojaba mis pies en el mar y mis lágrimas se confundían con la lluvia. Ya no solo el cielo está triste, yo lo acompaño. Ya no solo el mar está solo, yo también. Hoy no ha sido un buen día. Este no es un buen momento para caminar o tal vez si.
Me siento despacio, dejando que mi osamenta se acomode. Sin embargo mis ideas siguen desordenadas. Palabras sueltas comienzan a asomar por detrás de la razón y se impregnan de memoria dejando de ser vocablos sueltos y sin sentido, para transformarse en frases hechas y dichas que me lastimaron haciendo surcos profundos en mi corazón. Surcos imborrables. Las escuché de su boca y pronto se transformaron en lanzas que me atravesaban, sin saber qué hacer ni que decir. Ahora estoy sangrando por dentro y no entiendo y no encuentro remedio.
Se que la amistad es valiosa. Se que es incondicional. Se muchas cosas y en realidad no se nada. Porque él puso en riesgo esta amistad que no le pertenece. Esta amistad donde es un completo extraño invadiéndonos. Pero logró infiltrarse y agrietó ambos corazones y ya no sé como hacer para que deje de sangrar. Tengo miedo y también fe. Soy su amiga y lo sabe. La quiero y también lo sabe. Pero yo dudé y eso no deja que encuentre perdón. Dudé por él. O tal vez dudé porque la duda ya estaba en mí. No. Tejió redes que me condujeron hacia un callejón sin salida y tuve miedo y terminé aferrada a una incertidumbre escalofriante: ¿quién miente?
Él contó su historia de héroe romántico dotado de bonanza que pregonaba la misericordia de su ser. Ella su karma, su disgusto y yo en medio de los dos. Jamás pensé que me engañaran. Cada uno anunció su novela y yo escuché, pero me olvidé de lo que eran en realidad. Y también me olvidé de mí. Él es uno más entre tantos y ella, mi amiga. Nunca debí dudar de su palabra, de sus sentimientos, de su razón. Maldigo mi suerte y también calumnio contra él. Espantosos laberintos que me confundieron. Endemoniadas mentiras que parecían ciertas. Apocalípticas palabras que me dejan varada en medio de mis sentimientos. Un mar de sentimientos realmente.
Las nubes chocan y el cielo está a punto de romperse. Truena y asoman los relámpagos como rayas intermitentes. Yo sigo sentada, mirando como las olas vienen y van. Mis pensamientos también vienen y van y mis ganas de llorar. Si estuviera aquí, en este momento, le pediría perdón o tal vez la abrazaría fuerte, como antes, cuando éramos amigas. Pero a decir verdad aún lo somos, diferentes, pero buenas amigas. Y él no. Nunca lo fue y tampoco lo será. Pero tengo miedo, ya no dudas. Ella no mintió. Él me enmarañó en su discurso armado y fantasioso. Él inventó una novela embustera. Ella no mintió. Y yo, dudé, pero ya no. Ahora tengo temor a lo que vendrá, es decir, al desenlace. A él lo odio porque me arrastró a sentimientos que creí desaparecidos en mí. Lo odio por despertar ese temor espeluznante que deja la duda y la mentira cuando se juntan para romper con la solidez que le brindan los años a las amistades verdaderas. Lo detesto por llevarme a encontrar contestaciones que había guardado en el cajón de los insultos directos y despectivos. Esos que ya no uso y que ahora necesité para terminar con un alud de quimeras que debilitaban mi integridad. Aún está débil y yo, aún siento un dolor agudo en mi orgullo. Aún me duele mi sinceridad. Pero no importa, ya no. Es cierto que estoy triste y que tengo ganas de llorar. Es cierto que estoy sentada en la arena tostada junto a un mar gris agitado, esperando que la lluvia moje mis ideas para refrescarlas y renovarlas. Es cierto que la quiero más aún. También es cierto que me equivoqué. Necesito pedirle perdón. Quiero hacerlo. Quiero sentirme su amiga, como antes. Quizá fueron muchas idas y venidas. Quizá hubieron demasiados personajes en esta historia. Quizá él simplemente sembró esta duda en mí para que yo tenga el trabajo, la obligación, de cosecharla y entonces mi alma no descansará hasta que madure, y florezca y se marchite. Pero puede llevar mucho tiempo. Tiempo que no tengo. Mas el tiempo es sabio y ubica las cosas en sus correspondientes lugares. Debo ser paciente.
Despacio y sin ruido, comienza a llover. Siento la lluvia en mi cara, en mi espalda, en mis piernas. No me levanto. Tampoco me muevo. Quiero disfrutarla. Lentamente el mar se calma y se escucha el roce de la lluvia. Las gotas caminan por mi cara lavándola y pronto me reconozco llorando. Llora el cielo y también mi corazón. Recoge el mar y también mi alma. Se marca la arena y hace lo mismo mi memoria.
Quiero pedirle perdón. Perdón por mis dudas, por mi falta de compromiso. Perdón simplemente por no corresponderla, por no apoyarla, por no apuntalarla. Quiero pedirle que me quiera como antes y me doy cuenta de que ella me quiere como antes. Yo me alejé. Quizá no me exima de mis culpas. Quizá ya no quiera escuchar mis súplicas.
Jamás podrá la razón entender esta culpa siniestra que he alojado en mi alma. Nunca podrá mi corazón reparar el daño que le hago y que me hago. Quiero pedirle tantas cosas, que me olvido de dar. Darle amor, darle confianza, darle todo, aunque tal vez sea poco. Merece más. Debe tener más.
Estoy triste y tengo ganas de llorar. A decir verdad, estoy llorando y no quiero disimularlo. También yo soy débil, frágil. También yo he mentido y he engañado. También yo he esperado mi recompensa. Sin embargo hoy tengo miedo. Me ahuyenté y la dejé sola ante un monstruo espantoso y desmedidamente cruel. La dejé a solas con él. Ella dirá que lo permitió, que también tiene responsabilidad en toda esta macabra historia. Y es verdad. Pero cada una carga con sus culpas y estoy segura de que mi alejamiento no responde a sus actitudes.
La lluvia no cesa y se hace un poco más intensa. Ahora si empapa, pero no me muevo. Continúo sentada, abrazando mis piernas y apoyando el mentón sobre mis rodillas. Tengo recuerdos, anécdotas, llantos, risas y sueños grabados en mi memoria. Tengo impresiones y sentimientos guardados en el corazón y también tengo la magia especial que siempre nos acompañó, impregnada en el alma. Entiendo que me retiré para no disputarla. Reconozco que la dejé en soledad. Asumo mis culpas, mas no quiero estar lejos. Tengo mucho y no tengo nada.
Hoy le conté mi sentir y la vi desmoronarse. Hoy le hablé de mis miedos y mis dudas y comprendió que sus temores se hacían palpables. Hoy ha cambiado todo. Hoy dejó de ser ayer. Sentí sus lágrimas como dardos en mi alma y aún me pregunto si valió la pena hablar. Quise ser honesta y me llené de angustia. Dije la verdad y me colmé de lastres. Aún la quiero, y más. Se que nuestra amistad permanece, que no se extinguió. No se rompió pero si se filtraron sentimientos que no tenían cabida. Tengo que desterrarlos para que la calma vuelva, para que ya no tenga ganas de llorar.
Creo que continuará lloviendo todo el día. El cielo sigue gris y el mar colecciona gotas de lluvia. Yo sigo triste y acumulo soledad. Necesito verla y abrazarla y también mirarla a los ojos y decirle una verdad más. Ya sabe que la quiero, que me separé y quiero volver. Sabe que es especial y única para mí. Sabe todo esto y quiero que también lo sienta, sin embargo tengo una verdad más para decir. Él reconoce el sabor de una batalla ganada y yo me quedo con la amarga derrota. De todas formas esto no es el final. No quise disputarla para no lastimarla e igual lo hice. No quise defenderla porque no era mi historia y cuando intenté hacerlo, él me llenó de dudas que desembarcaron en esta pésima soledad. Pero estoy de pie, sangrando y lastimando, pero de pie. Se que no puedo enfrentarme a nada ni a nadie, pero aún estoy viva y ella, aún está a mi lado.
Me incorporo y observo el mar con detenimiento. Reparando en cada ola que rompe en la orilla y vuelve al mar, a donde pertenece. Van y vienen y vuelven a venir. El mar alimenta y mata. El mar se parece a una amistad: a veces claro y calmo y a veces, revuelto y oscuro. Pero siempre ahí, firme y suave. Siempre dejando que vayan y vengan sus olas, que lleven y que traigan. Nuestra amistad siempre se reconoció en el mar calmo y claro, con olas que apenas se movían. Hoy la tormenta también llegó y enturbió el agua y la movió, provocando olas inmensas que arrasaban con todo, incluso con nosotras.
Ya no se cuantas lágrimas he derramado. Seguro que han de servir. Tampoco se cuantas ha llorado ella. Seguro han de servir. Camino otra vez. Sola. Convencida de mis yerros y visualizando salidas posibles que recuperen lo dañado. Nada se perdió, simple y complejamente se transformó. Nunca el sol se apaga, se esconde detrás de las nubes, detrás de la luna, pero no se apaga. Tampoco nuestra amistad lo hizo y es por esa razón que voy hacia su casa. Necesito decirle que he vuelto, que no podría continuar sin involucrarla en mi vida. Quiero que sienta mi energía, mis ganas de, mi cariño y aunque no se si aceptará mi corazón quebrado, debo intentarlo. Nunca el sol se apaga, tampoco mi sentir. Y es por ese sentir que avanzo. Aún tengo algo para darle. Quiero hacerlo. Aún tengo una verdad más para contarle. Necesito que vuelva a brillar y que cada rayo que despida, ilumine su sonrisa.
Hay días en los que el sol no está, pero aparece. Hay momentos en los que la amistad se descompone, pero se arma nuevamente. Existen sentimientos que se ocultan para luego mostrarse puros y fuertes. Existe un amor que hemos forjado que jamás desaparecerá, aunque el sol ya no esté.
El cielo ya no es azul, ni celeste, ni lindo. Es gris y tormentoso, y amenazante. Hacía mucho tiempo que no lo veía así, tan conmovedoramente triste. Seguro pronto comenzará a llover y entonces ya no podré caminar, por lo menos no sin mojarme. Pero ya no me importa.
Las gaviotas vuelan danzando con las olas. Revolotean cerca de mi cabeza en busca de comida. Son preciosas. Son gaviotas. Se confunden con el gris del cielo y el agua ya no está tan azul, ni tan verde. Gris. Un día gris, en un mar gris, con gaviotas grises que revolotean sobre una mujer gris. Pero no importa. Camino sin detenerme y en silencio. Sola y en silencio. No tengo nada que decir, nada en que pensar, nadie en quien reparar. Sola y gris y vacía, y también triste.
Sin saber por qué, giro sobre mis pies y veo mis huellas en la arena, una detrás de otras, cerca y también lejos. Huellas que forman un camino que se corta por el paso del mar y aparecen luego, hondas, profundas, definidas. Huellas que forman un camino andado y dejado atrás. Un camino al fin. Continúo, pero ya no distraída. Pienso y advierto que mi corazón late y siente. Concluyo que no solo camino y pienso y siento, sino que también vivo. Y rápidamente me siento una excéntrica o simplemente una loca.
Voy caminando por la playa de agua gris y arena tostada, que ya no se dora bajo el cielo tormentoso, y pronto comenzará a llover. Me mojaré y sentiré como golpean las gotas sobre mi cara. Sentiré la lluvia fría registrando cada gota en la tostada arena y en el mar. Un mar inmenso que cobija a muchos y mata a otros. Un mar dulce y salado, romántico y angustiante, triste y divertido. Un mar para todos y para ninguno. Un mar. Y yo aquí, caminando, sola como el mar y triste como el cielo y revoloteando mis ideas como las gaviotas. Aquí, justo aquí, pensando y sintiendo tantas cosas que parece que no lo hiciera. Lejos están de formar una armonía de pensamientos y sentidos. Ruidos y golpes y estallidos. Nada más que eso escucha mi alma estremecida. Nada más. Pero los recuerdos luchan y afloran y entonces, cada recuerdo me obliga a elegir entre el olvido y la memoria, pero ya no encuentro la línea que los divide y los confundo, y entonces no se cual es cual. Tengo ganas de llorar y compruebo que en realidad hace tiempo que vengo llorando en silencio, sin mostrar mis lágrimas.
Hacía mucho tiempo que no mojaba mis pies en el mar y mis lágrimas se confundían con la lluvia. Ya no solo el cielo está triste, yo lo acompaño. Ya no solo el mar está solo, yo también. Hoy no ha sido un buen día. Este no es un buen momento para caminar o tal vez si.
Me siento despacio, dejando que mi osamenta se acomode. Sin embargo mis ideas siguen desordenadas. Palabras sueltas comienzan a asomar por detrás de la razón y se impregnan de memoria dejando de ser vocablos sueltos y sin sentido, para transformarse en frases hechas y dichas que me lastimaron haciendo surcos profundos en mi corazón. Surcos imborrables. Las escuché de su boca y pronto se transformaron en lanzas que me atravesaban, sin saber qué hacer ni que decir. Ahora estoy sangrando por dentro y no entiendo y no encuentro remedio.
Se que la amistad es valiosa. Se que es incondicional. Se muchas cosas y en realidad no se nada. Porque él puso en riesgo esta amistad que no le pertenece. Esta amistad donde es un completo extraño invadiéndonos. Pero logró infiltrarse y agrietó ambos corazones y ya no sé como hacer para que deje de sangrar. Tengo miedo y también fe. Soy su amiga y lo sabe. La quiero y también lo sabe. Pero yo dudé y eso no deja que encuentre perdón. Dudé por él. O tal vez dudé porque la duda ya estaba en mí. No. Tejió redes que me condujeron hacia un callejón sin salida y tuve miedo y terminé aferrada a una incertidumbre escalofriante: ¿quién miente?
Él contó su historia de héroe romántico dotado de bonanza que pregonaba la misericordia de su ser. Ella su karma, su disgusto y yo en medio de los dos. Jamás pensé que me engañaran. Cada uno anunció su novela y yo escuché, pero me olvidé de lo que eran en realidad. Y también me olvidé de mí. Él es uno más entre tantos y ella, mi amiga. Nunca debí dudar de su palabra, de sus sentimientos, de su razón. Maldigo mi suerte y también calumnio contra él. Espantosos laberintos que me confundieron. Endemoniadas mentiras que parecían ciertas. Apocalípticas palabras que me dejan varada en medio de mis sentimientos. Un mar de sentimientos realmente.
Las nubes chocan y el cielo está a punto de romperse. Truena y asoman los relámpagos como rayas intermitentes. Yo sigo sentada, mirando como las olas vienen y van. Mis pensamientos también vienen y van y mis ganas de llorar. Si estuviera aquí, en este momento, le pediría perdón o tal vez la abrazaría fuerte, como antes, cuando éramos amigas. Pero a decir verdad aún lo somos, diferentes, pero buenas amigas. Y él no. Nunca lo fue y tampoco lo será. Pero tengo miedo, ya no dudas. Ella no mintió. Él me enmarañó en su discurso armado y fantasioso. Él inventó una novela embustera. Ella no mintió. Y yo, dudé, pero ya no. Ahora tengo temor a lo que vendrá, es decir, al desenlace. A él lo odio porque me arrastró a sentimientos que creí desaparecidos en mí. Lo odio por despertar ese temor espeluznante que deja la duda y la mentira cuando se juntan para romper con la solidez que le brindan los años a las amistades verdaderas. Lo detesto por llevarme a encontrar contestaciones que había guardado en el cajón de los insultos directos y despectivos. Esos que ya no uso y que ahora necesité para terminar con un alud de quimeras que debilitaban mi integridad. Aún está débil y yo, aún siento un dolor agudo en mi orgullo. Aún me duele mi sinceridad. Pero no importa, ya no. Es cierto que estoy triste y que tengo ganas de llorar. Es cierto que estoy sentada en la arena tostada junto a un mar gris agitado, esperando que la lluvia moje mis ideas para refrescarlas y renovarlas. Es cierto que la quiero más aún. También es cierto que me equivoqué. Necesito pedirle perdón. Quiero hacerlo. Quiero sentirme su amiga, como antes. Quizá fueron muchas idas y venidas. Quizá hubieron demasiados personajes en esta historia. Quizá él simplemente sembró esta duda en mí para que yo tenga el trabajo, la obligación, de cosecharla y entonces mi alma no descansará hasta que madure, y florezca y se marchite. Pero puede llevar mucho tiempo. Tiempo que no tengo. Mas el tiempo es sabio y ubica las cosas en sus correspondientes lugares. Debo ser paciente.
Despacio y sin ruido, comienza a llover. Siento la lluvia en mi cara, en mi espalda, en mis piernas. No me levanto. Tampoco me muevo. Quiero disfrutarla. Lentamente el mar se calma y se escucha el roce de la lluvia. Las gotas caminan por mi cara lavándola y pronto me reconozco llorando. Llora el cielo y también mi corazón. Recoge el mar y también mi alma. Se marca la arena y hace lo mismo mi memoria.
Quiero pedirle perdón. Perdón por mis dudas, por mi falta de compromiso. Perdón simplemente por no corresponderla, por no apoyarla, por no apuntalarla. Quiero pedirle que me quiera como antes y me doy cuenta de que ella me quiere como antes. Yo me alejé. Quizá no me exima de mis culpas. Quizá ya no quiera escuchar mis súplicas.
Jamás podrá la razón entender esta culpa siniestra que he alojado en mi alma. Nunca podrá mi corazón reparar el daño que le hago y que me hago. Quiero pedirle tantas cosas, que me olvido de dar. Darle amor, darle confianza, darle todo, aunque tal vez sea poco. Merece más. Debe tener más.
Estoy triste y tengo ganas de llorar. A decir verdad, estoy llorando y no quiero disimularlo. También yo soy débil, frágil. También yo he mentido y he engañado. También yo he esperado mi recompensa. Sin embargo hoy tengo miedo. Me ahuyenté y la dejé sola ante un monstruo espantoso y desmedidamente cruel. La dejé a solas con él. Ella dirá que lo permitió, que también tiene responsabilidad en toda esta macabra historia. Y es verdad. Pero cada una carga con sus culpas y estoy segura de que mi alejamiento no responde a sus actitudes.
La lluvia no cesa y se hace un poco más intensa. Ahora si empapa, pero no me muevo. Continúo sentada, abrazando mis piernas y apoyando el mentón sobre mis rodillas. Tengo recuerdos, anécdotas, llantos, risas y sueños grabados en mi memoria. Tengo impresiones y sentimientos guardados en el corazón y también tengo la magia especial que siempre nos acompañó, impregnada en el alma. Entiendo que me retiré para no disputarla. Reconozco que la dejé en soledad. Asumo mis culpas, mas no quiero estar lejos. Tengo mucho y no tengo nada.
Hoy le conté mi sentir y la vi desmoronarse. Hoy le hablé de mis miedos y mis dudas y comprendió que sus temores se hacían palpables. Hoy ha cambiado todo. Hoy dejó de ser ayer. Sentí sus lágrimas como dardos en mi alma y aún me pregunto si valió la pena hablar. Quise ser honesta y me llené de angustia. Dije la verdad y me colmé de lastres. Aún la quiero, y más. Se que nuestra amistad permanece, que no se extinguió. No se rompió pero si se filtraron sentimientos que no tenían cabida. Tengo que desterrarlos para que la calma vuelva, para que ya no tenga ganas de llorar.
Creo que continuará lloviendo todo el día. El cielo sigue gris y el mar colecciona gotas de lluvia. Yo sigo triste y acumulo soledad. Necesito verla y abrazarla y también mirarla a los ojos y decirle una verdad más. Ya sabe que la quiero, que me separé y quiero volver. Sabe que es especial y única para mí. Sabe todo esto y quiero que también lo sienta, sin embargo tengo una verdad más para decir. Él reconoce el sabor de una batalla ganada y yo me quedo con la amarga derrota. De todas formas esto no es el final. No quise disputarla para no lastimarla e igual lo hice. No quise defenderla porque no era mi historia y cuando intenté hacerlo, él me llenó de dudas que desembarcaron en esta pésima soledad. Pero estoy de pie, sangrando y lastimando, pero de pie. Se que no puedo enfrentarme a nada ni a nadie, pero aún estoy viva y ella, aún está a mi lado.
Me incorporo y observo el mar con detenimiento. Reparando en cada ola que rompe en la orilla y vuelve al mar, a donde pertenece. Van y vienen y vuelven a venir. El mar alimenta y mata. El mar se parece a una amistad: a veces claro y calmo y a veces, revuelto y oscuro. Pero siempre ahí, firme y suave. Siempre dejando que vayan y vengan sus olas, que lleven y que traigan. Nuestra amistad siempre se reconoció en el mar calmo y claro, con olas que apenas se movían. Hoy la tormenta también llegó y enturbió el agua y la movió, provocando olas inmensas que arrasaban con todo, incluso con nosotras.
Ya no se cuantas lágrimas he derramado. Seguro que han de servir. Tampoco se cuantas ha llorado ella. Seguro han de servir. Camino otra vez. Sola. Convencida de mis yerros y visualizando salidas posibles que recuperen lo dañado. Nada se perdió, simple y complejamente se transformó. Nunca el sol se apaga, se esconde detrás de las nubes, detrás de la luna, pero no se apaga. Tampoco nuestra amistad lo hizo y es por esa razón que voy hacia su casa. Necesito decirle que he vuelto, que no podría continuar sin involucrarla en mi vida. Quiero que sienta mi energía, mis ganas de, mi cariño y aunque no se si aceptará mi corazón quebrado, debo intentarlo. Nunca el sol se apaga, tampoco mi sentir. Y es por ese sentir que avanzo. Aún tengo algo para darle. Quiero hacerlo. Aún tengo una verdad más para contarle. Necesito que vuelva a brillar y que cada rayo que despida, ilumine su sonrisa.
Hay días en los que el sol no está, pero aparece. Hay momentos en los que la amistad se descompone, pero se arma nuevamente. Existen sentimientos que se ocultan para luego mostrarse puros y fuertes. Existe un amor que hemos forjado que jamás desaparecerá, aunque el sol ya no esté.
14 comentarios:
¡Qué lindo!
¡Qué esperanzador!
Gracias.
Sencillamente conmovedor.
Me he quedado sin palabras.
Un beso.
Luis
A mi se me contagió un poco de tu tristeza. No puedo ver estos textos como cuentos. Parecen confesiones. Y me llegan. Abrazo
¿Cuánto de Sil hay en este relato?
Sólo Vos sabés, aunque no dudo que estas sensaciones te son muy familiares.
Hay que haber vivido mucho e intensamente para escribir "Cuando el Sol no está".
Agradezco a la escritora por la calidad, y me inclino hacia la sensibilidad de la mujer.
Un abrazo.
LA PUNTA DE MI LENGUA: Mil gracias por acercarte a mi blog y que bueno que te haya gustado.
LUDWIG: Busque las palabras que siempre están, amigo!!
ROSSANA: Misión cumplida entonces, porque más allá del título en que se escriban, lo importante es la escencia. Gracias por estar siempre!!
SUSANA: Me guardo ese secreto y quizás, solo quizás, algún día te lo cuente. Por ahora, quedate con mi sensibilidad y continúa comentando la "calidad". Gracias eternas!!
Besos a todos!!
Sil
Es muy hondo esto que contás. En momentos así sentimos que nada nos puede hacer reir como en los viejos tiempo.
Pero el tiempo pasará, y el mar volverá a estar cálido y amable.
Muy bueno. Ven a México, te va a gustar, aquí el mar nos aprieta por todas partes. La luna, el desierto, el oceano y la selva se besan todo el tiempo. Por eso es un pais surrealista, por eso estamos todos locos.
Un beso para la protagonista del cuento y otro para la autora, si son la misma persona salí ganando.
Si yo fuera "la amiga" ya habría perdonado. Más allá del "yo poético" o del "yo real", tus palabras trascienden. Un oleaje de sentimientos y un chapuzón de mar implorando por la redención!
Sentí la herida como propia. Y al avanzar entre la arena, entre tus palabras, con la brisa salada del mar, cicatrizó.
Brindo por esa amistad a prueba de grietas!
ARCANGEL: Siempre que llovió paró, por lo tanto, todo estado crítico es pasajero.
DAMIAN: Conocer México? Suena encantador y el privilegio de salir ganando, lo dejaremos para otra ocasión.
CLAUDIA: Veo que mi escrito te ha llegado lo suficiente como para involucrarte. Misión cumplida entonces!!
VAFA: Brindemos pues, por las amistades incondicionales que despliegan sus velas para surcar bravos mares.
A TODOS: Mil gracias por los comentarios, son mi aliento para seguir adelante. Gracias mil!!
Besos a todos!!
Sil
Veo que la pasás mal, pero le estás sacando jugo, nena.
Mojate más.
Sil: Pasé para saludarte y te dejo un beso.
Cuando uno se encuentra con estas honduras se queda sin palabras. Falta el aire, sobran las palabras... Alguien dijo por ahí que la pasás mal pero le sacás el jugo. Si así fuera, la redención es un hecho.
Un abrazo!
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