jueves, 22 de mayo de 2008

CARICIAS

Me gusta cuando me miras. Así, con ternura, con la calidez justa para que mi boca te regale una sonrisa.
Me gusta cuando me susurras al oído, cómplice, buscando hechizarme con palabras cargadas de sueños.
Me gusta cuando tus manos tiernas forman una cuna para mis suspiros y tus besos se acurrucan en mis labios.
Me gusta tenerte cerca, poder sentirte, poder sentirme.Pero lo que más me gusta, es el perfume que se desprende de tu piel cuando te acaricio una y otra vez, extasiándome.

miércoles, 14 de mayo de 2008

DULCES SUEÑOS


Como cada noche, acompañé a mis pequeños hasta su dormitorio y los metí en sus respectivas camas, Abrigué sus cuerpos para que no sintieran frío y les di un beso prolongado a cada uno en su mejilla. Inmediatamente cerraron sus ojos y mientras mi pequeño apretaba en su mano el autito amarillo de carreras que tanto adora, mi pequeña abrazaba a Pirueta, un peluche rosado con forma de mono.
En el preciso instante en que iba a apagar la veladora, la voz dulce y serena de mi niña reclamó mi atención. Con ojitos tristes y una expresión de miedo en su tierna cara, me explicó que sueños malos y feos no la dejaban dormir porque cada vez que cerraba sus ojos, brujas y malvados monstruos querían convertirla en sapo, o tal vez en rana. Lo cierto es que no la dejaban dormir y en un gesto desesperado, acudía a mí para que espantara esos malos sueños. A cada una de mis soluciones, respondía con un suave: “no se van así, mamá”. Por lo que tuve que apelar a mi caja de mimos. Comencé a hacerle caricias en su cabello, siguiendo el camino de sus reflejos. Luego di un paseo por su orejita izquierda y me detuve un segundo. ¡Qué pequeña le quedaba la perlita que le habíamos puestos cuando nació! Y como un rayo, retrocedí en el tiempo y la vi chiquita, tierna, dulce y suave entre mis brazos, llorando porque no podía decirme que le dolía la panza. Siete años han pasado ya y yo me pregunto ¿cómo han pasado tan rápido? Mientras siento una gran nostalgia, recorro su carita de piel suave. Toco su frente despejada, sus cejas perfectas. Miro sus párpados cerrados, custodiados por unas pestañas tupidas y extremadamente largas. Acaricio su nariz que advierto, se parecerá a la mía y toco distraída ese lunar diminuto que le da un toque sutil y mágico a su mejilla. Sus labios brevemente rosados y su mentón, terminan de formar esa carita de ángel tan bonita. Inmediatamente comienzan a surgirme imágenes de sus primeros años y entonces comprendo que mi pequeña, ha crecido, no mucho, pero lo suficiente como para que yo entienda que la vida avanza constantemente y ese placer de tenerla cerca, debo disfrutarlo al máximo porque tal vez mañana, volará de este, su eterno nido. Ya no llora para reclamar su comida, ni porque algún dolor le atañe, ahora sueña con brujas y princesas. Sabe leer y escribir, y constantemente me demuestra su amor. Se avergüenza, opina, sonríe, se divierte, vive. Como siempre y como nunca. Y sin saberlo, me muestra lo dichosa que soy de tenerla junto a mi.
Sigo acariciando su carita de ángel y caigo en la cuenta que se ha dormido. Seguro mis mimos han espantado a sus brujas feas. Seguro Morfeo la acunó mientras un sueño azul la envolvía. No puedo evitar dejar caer una lágrima. ¡Aún se duerme con mis caricias! ¡Aun conserva la inocencia y una sensibilidad particular que la hacen especial! Es mi niña y yo la amo. Y cuando la veo así, dormida, tomo un poco de su paz para impregnar mi memoria para siempre. Porque son estos los momentos que reconfortan mi espíritu. Estos y las sonrisas sinceras y cálidas que cada día ellos me regalan como señal inequívoca de que son felices.
Beso su mejilla y le susurro un “dulces sueños” al oído. Luego me vuelvo a darle otro beso a mi niño que ya se ha dormido jugando carreras con su autito amarillo.
Son mis soles, los responsables de mi felicidad. Son mis hijos y los amo. ¿Qué más puedo pedir?

sábado, 10 de mayo de 2008

SIMPLES DETALLES


Hoy, como todas las mañanas, fue hasta el bar de la esquina a tomar su café. Siempre se instala junto al ventanal, para poder contemplar el armónico ir y venir de la gente, preocupada, distraída, apurada, constante. Sin embargo hoy, no es igual que ayer y tal vez eso, justamente eso, es lo que le lleva, sin racionalizar demasiado, a presentarse todos los días en el mismo lugar y a la misma hora.
Todas las mañanas su café gira y vuelve a girar formando una espuma blanca que cubre la superficie. Todas las mañanas espera, leyendo el periódico, que algo apasionante surja en su vida. Se interna en las páginas del entintado diario buscando hacer encajar alguno de los tantos reportes en su monótona y aburrida vida. Hay veces que se disfraza de soldado combatiente en guerras lejanas. Otras, se introduce en la piel de un deportista que ganó millones. Pero todas las veces, siente que su felicidad se desintegra cuando da vuelta la hoja. Y nuevamente, suspirando, agobiado de tantas verdades golpeándole y lleno de sensaciones extrañas, apura su café para salir disparado de ese lugar que le apasiona y le fastidia, seguro de que mañana volverá. Cada uno de los días de su desesperada vida, son iguales. Nada para saborear, nada para cambiar, nada, absolutamente nada. La invariabilidad es tal que se vuelve enfermiza y lo altera de tal forma, que pronto acaba en medio de oscuros laberintos, donde la tristeza siempre está y el amor es el gran ausente. Alguna vez supo amar con todo su corazón, su cuerpo y su alma. Supo darle lo mejor que tenía y también luchó en demasía por verle feliz. Pero ya no. Está solo y sin apoyos para sus sentimientos. Ya no tiene un corazón fuerte que le late en el pecho, insolente, cínico. Ya no tiene las mismas fuerzas para caminar esos caminos tan rebuscados que forja el amor verdadero. Ya solo tiene mentiras que lo alimentan día a día y le obligan a disfrazarse de tantas cosas que ya no es nadie.
Hoy, como todas las mañanas, fue hasta el bar de la esquina a tomar su café. Hoy ya no quiso leer el periódico, ya no sintió deseos de ser aquel personaje que salió en la portada. Hoy solo quiso ser un simple y frío ladrón de sueños. Ya no le importa amar. Ya no quiere sentir. Tal vez quiera morir, pero soñando, y son esos sueños los que le faltan para morir. ¡Le resulta tan difícil soñar! Después de pensarlo durante mucho tiempo, ha concluido que jamás tuvo un sueño propio. Siempre ensimismado en los demás, se olvidó de soñar y ahora necesita de los ajenos para ser feliz. Supone que no está loco, aunque algunos quieran creerlo y se regocijen viéndole sufrir, desesperado, desamparado y encerrado en su mundo. Cree que locos están los otros, cargando con sueños propios que después no saben en que estúpido lugar los van a poner, porque les pesan tanto, que ya no pueden llevarlos a cuestas. Está convencido de que es mejor vivir lo ajeno para poder desprenderse rápidamente de lo que no quiere y de lo que no le gusta. No le ha costado entender que así es feliz. Así, sin nada construido, sin nada propio, sin verdades que agobien. Ya solo le falta encontrar algún sueño idiota que le transporte a la felicidad y que luego lo deje en la tierra conservando ese estado tan especial. Cree que hace el bien, porque supone que jamás molestó a nadie, jamás obligó a nadie, jamás se involucró con nadie. Siente que son los otros quienes le confunden con verdades demasiado atroces, con discursos directos y carentes de ilusiones. Imagina que quieren que cambie y no encuentra los por qué. Con frecuencia se pregunta: “¿En qué cabeza cabe, entregarse por amor? Solo se le ocurre una verdad para decir: “jamás lloré por dejar”.
A menudo lo definen como un farsante, que sabe buscar a su conveniencia, todos los puntos débiles de la gente para transformarlos en sus armas letales y destruir la integridad de los soñadores, para demostrarles de esa manera, que jamás conseguirán que un sueño se haga realidad. Jamás podrán alcanzar la felicidad, jamás el amor se mantendrá y la amistad durará.
Yo tampoco pude cambiarle. Creí guiarlo por senderos románticos y él fingió consentirme solo para obtener mi presencia, solo por querer amarme. Siempre pregoné una tranquilidad que él está seguro que perdí, porque solo era capaz de conseguirla a su lado, junto a sus mentiras. Jamás lloró por dejar, pero nunca podrá perdonarme este abandono. Mis verdades son tales que atropellan y sus mentiras tan dulces. Solo tengo un dolor agudo que me destroza el alma. Él también. Pero nadie debe saberlo. Nadie puede hacerlo porque entonces su disfraz se esfumaría y se quedaría desnudo ante un batallón de reclamos. Mostraría ese ser despreciable, sufrido, apabullado, tan desquiciado que lleva adentro y que día a día, se empeña en borrar, en tirarlo a su indiferencia. Me dio sus mejores mentiras y cuando lo descubrí, me atosigó con todas sus malditas verdades Esas por las que ha luchado cuarenta años para esconder en el mejor rincón del olvido.
Hoy, como cada mañana volvió al bar de la esquina. A ese lugar que le atrapa y le fastidia al mismo tiempo. Ese lugar que le miente y lo ataca con verdades. Nunca lloró por dejar, pero aún llora el abandono. Nunca pensó que la mentira era mala, hasta que me fui con alguien verdadero. Se contenta con saber que me retuvo un tiempo, un instante y que por un momento me deslumbró con su mundo. Ya no importa. Solo le queda mantenerse estoico ante los demás intentando sobrevivir. Dejará todo en el ruedo por verme caer. Dejará su bondad, su compasión y hasta su felicidad por intentar seguir de pie, aguantando ese nudo impresionante que se le forma en la garganta cada vez que me ve, radiante, llena de vida, junto a un hombre que no es él. Seguirá caminando como un sonámbulo que recorre los pasillos de una casa, buscando algo que lo despierte. Espera que llegue pronto y mientras no lo hace, se sumergirá todas las mañanas de su vida, en vidas ajenas que logren llenar sus vacíos.
Hay quien lo ha escuchado pronunciarse: “Entre tantas confusiones, logré robarle un pedazo de su alma. Sé que no podrá olvidarme porque me odia y ya no podré serle indiferente. Esa es mi gran victoria, lo demás, son simples detalles”.

jueves, 8 de mayo de 2008

Sabor amargo

A veces la vida se empeña en sacudirnos, en mostrarnos otras realidades, diferentes pero no lejanas.
A veces la muerte también nos muestra su pálida sonrisa y nos susurra al oído distraída.
A veces pasan cosas que no comprendemos y por naturaleza, le buscamos la vuelta. Esta vez, no se la pude encontrar, porque quizás no la tenía.
En más de una ocasión el destino da señales y avisa o sugiere que algo está por ocurrir y ocurre, como ayer.
Mi destino era cruzarme con él, solo diez minutos antes. Solo diez minutos antes... y bastó para que me dijera lo feliz que estaba porque su niño crecía bien y que nos hacían falta algunos mates para ponernos al día.
Hoy solo he dejado que todos sus recuerdos me inunden, porque era maravilloso y estaba feliz. Porque su hora estaba marcada y yo me crucé diez minutos antes de que abandonara este mundo.
Jamás pensó en una situación así. Jamás pensó en la muerte, pero la muerte pensó en él.
Era y seguirá siendo mi amigo. Estaba y estará siempre impregnando mi memoria con su sonrisa.
Este es, mi pequeño homenaje para una persona especial que me enseñó algunos secretos de esta vida y me alentó mucho, cuando el cansancio pesa y la desazón avanza.
Miles de imágenes me rondan sin cesar y elijo una entre todas: Su eterna sonrisa y su mano apoyada en mi hombro.

Desde aquí Heber, te envío esta despedida para que tu alma la recoja desde donde esté.
Adios AMIGO!!